viernes, 25 de mayo de 2012

EL PRECIO DE LA MUERTE


<<No hay palabras para expresar el dolor por la pérdida de un ser querido,
     ni existen las palabras para poder aligerar el peso de su ausencia>>
Así empezaba el sermón que nos dio el abnegado cura en el entierro de mi suegro. Dulces palabras de consuelo para los afligidos familiares y amigos. Claro, que sus 100 € costó. Porque aunque no hay palabras que ayuden a superar el duro golpe, sí existe una larga factura que expresa a la perfección cuánto le cuesta a uno morirse.
Todo empieza en el momento mismo de la defunción. Automáticamente se genera tal cantidad de gastos que parece una bola de nieve que crece y crece a cada vuelta que da. A saber:

-Alquiler de la sala del Tanatorio
-Gastos de gestión burocráticos
-Acondicionamiento sanitario del cadáver.
-Féretro
-Tanatorio
-Centros y coronas de flores
-Oficio Religioso
-Alquiler del coche fúnebre
-Tasa de inhumación o incineración
-Esquela
Otros de los posibles servicios que ofrecen las funerarias son
-Publicación de la esquela en periódicos
-Técnicas de tanatoplastia (retoques estéticos para la conservación del cadáver)
-Álbunes de fotos, crónicas en periódicos sobre la ceremonia de su despedida
-Música en directo para el velatorio

En resumidas cuentas: entre los "gastos obligatorios" a los que se enfrenta una familia más los "gastos impuestos" por la funeraria el negocio está servido. Las personas que están al cargo de los servicios funerarios son vendedores y eso lo llegamos a entender todos. Lo que nos altera son los modos: cómo en una situación en la que los familiares están tocados psicológicamente y anímicamente atacan sin escrúpulos para aumentar su comisión. Su modus operandi es sencillo: miradas de reproche, movimientos de negación con la cabeza, ofrecer como primera opción los servicios más caros, la falta de tacto hacia la persona doliente con frases hirientes que ponen en duda el amor profesado hacia una persona y mide ese cariño por la cantidad de dinero invertido en el funeral... una vergüenza!
Junto al sentimiento de pérdida nos queda la típica sensación de "nos están tomado el pelo" mientras se extiende un cheque al portador.
Y es que morirse tiene un precio.

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